
El nuevo pacto entre EE.UU. y China acelera los envíos de tierras raras, minerales esenciales para industrias como la automotriz, aeroespacial, semiconductores y defensa . China se compromete a emitir permisos de exportación más ágiles, mientras EE.UU. reduce ciertas contramedidas, aunque mantendrá tarifas del 55 % sobre algunos productos chinos.
El acuerdo avanza sobre el marco establecido en Ginebra y reafirmado en Londres, con negociaciones entre presidentes y ministros de ambos países . Se firma en un contexto donde la cadena global de suministro estaba colapsando por restricciones previas, y sectores como la fabricación de automóviles y chips ya enfrentaban interrupciones .
Europa también presiona: busca cerrar un pacto similar antes del 9 de julio, para evitar alzas de precios en tierras raras que afectarían a su industria tecnológica y renovable. EE.UU. alista además acuerdos con India y la UE como parte de una estrategia de desescalada comercial y diversificación de fuentes.
Aunque tras este pacto se alivian tensiones, expertos advierten que la dependencia de China persiste. Solo controla cerca del 70 % de la minería y más del 85 % del refinado mundial. Se requerirá inversión en producción doméstica o en aliados como Australia y Canadá.
En resumen: el acuerdo EE.UU.–China permite un flujo más fluido de tierras raras, fortalece industrias clave y presiona a Europa a actuar pronto. Aún así, la transformación de la geoestrategia global requerirá tiempo, inversión y diversificación para reducir la vulnerabilidad ante China.