Rusia instaló recientemente en Venezuela una fábrica de munición para fusiles Kaláshnikov, según Rostec. La planta producirá hasta 70 millones de cartuchos 7,62 mm anuales, incluyendo balas con núcleo de acero, trazadoras y de fogueo. Cuenta con cuatro líneas de ensamblaje, almacenes y campo de tiro, bajo la administración de Rosoboronexport.

Este proyecto es la pieza clave de una estrategia bilateral mayor: además de munición, se apunta a fabricar fusiles AK‑103 localmente. La iniciativa reafirma la cooperación militar pese a las sanciones occidentales dirigidas a ambos países . Las autoridades rusas denunciaron obstáculos logísticos y presiones de Estados Unidos durante la construcción.

No es la primera vez que estas plantas enfrentan demoras. Desde 2006, distintos factores —corrupción, sanciones y pandemia— retrasaron la puesta en marcha, originalmente prevista para 2022, e incluso años antes . Sin embargo, la nueva planta de municiones promete agilizar el proceso global.

Por su parte, la producción bajo licencia de fusiles AK‑103 en Maracay comenzó en 2012 (primeros equipos en 2013). No obstante, el ritmo fue lento por demoras con el contratista ruso. CAVIM, entidad estatal venezolana, tuvo que asumir parte del montaje.

El proyecto de cooperación militar entre Venezuela y Rusia se fraguó desde 2005-2006. Incluye envíos iniciales de fusiles AK‑103, formación de personal, y acuerdos con CAVIM . Hay un trasfondo estratégico: mientras EE.UU. mantiene sanciones, ambos buscan reforzar capacidades de defensa al producir internamente armamento y municiones.

La fábrica amplía el alcance del acuerdo militar. Provee independencia operativa a los cuerpos de seguridad venezolanos y consolida el vínculo estratégico con Rusia. Además, es una respuesta directa a las sanciones internacionales, marcando un nuevo nivel en cooperación técnico-militar.