Una fuerte explosión de coche bomba en Guayaquil sacudió el corazón financiero de Ecuador y elevó la tensión nacional a niveles alarmantes. El atentado, ocurrido la noche del martes frente a un centro comercial, dejó un muerto y 26 heridos, según informó la Gobernación del Guayas.

El ministro del Interior, John Reimberg, calificó el hecho como un “acto terrorista”. Aseguró que los explosivos eran de fabricación profesional y responsabilizó al grupo criminal Los Lobos, en represalia por los operativos contra la minería ilegal en Imbabura.

Horas después, un segundo coche bomba explotó en el puente Churute, lo que obligó a cerrar varias vías. También se hallaron explosivos en rutas hacia Machala y Cuenca, agravando la sensación de inseguridad.

El gobernador del Guayas, Humberto Plaza, declaró que se trató de “terrorismo puro”, mientras que la prefecta Marcela Aguiñaga pidió al Gobierno acciones reales contra el crimen: “Guayaquil arde. Estamos hartos de condolencias”, expresó.

Por su parte, el alcalde Aquiles Álvarez advirtió sobre la falta de control y criticó que los delincuentes sigan siendo liberados tras ser capturados.

Este ataque ocurre en medio de un Ecuador polarizado, marcado por protestas y violencia. En Imbabura, 13 soldados resultaron heridos durante enfrentamientos. Además, la caravana del presidente Daniel Noboa fue atacada por segunda vez en menos de 15 días.

Con el país en estado de conflicto armado interno, la población exige seguridad, justicia y paz. La tragedia de Guayaquil reabre el debate sobre el poder del crimen organizado y la fragilidad del Estado ecuatoriano.