El 16 de agosto, Huánuco fue escenario de una fuga alarmante.
Oswaldo Jaramillo Inga, reo condenado por feminicidio en grado de tentativa y tenencia ilegal de armas, escapó del Hospital Hermilio Valdizán con ayuda de cómplices armados. Estaba recluido en el penal de Potracancha y había sido trasladado por una supuesta complicación médica.
La fuga fue ejecutada por un grupo de tres a cuatro sujetos armados que ingresaron al hospital haciéndose pasar por personal de salud. Reducieron al único policía encargado de custodiar al interno y le quitaron su arma. Luego, ayudaron a Jaramillo a escapar en un vehículo que lo esperaba cerca del hospital.
La Policía Nacional del Perú (PNP) activó un operativo de emergencia. Se instalaron puntos de control en carreteras, terminales y zonas estratégicas de Huánuco. Además, se revisan grabaciones de cámaras de seguridad y se recogen testimonios del personal hospitalario.
Las autoridades no descartan una red de apoyo externo o complicidad interna, debido a la precisión y velocidad del rescate. Jaramillo, considerado un reo de alta peligrosidad, debía ser vigilado bajo estrictas medidas de seguridad, lo que genera dudas sobre los protocolos penitenciarios actuales.
Jaramillo cumple condenas que suman 16 años por violencia contra mujeres y tenencia ilegal de armas. Su escape expone fallas graves en la seguridad de reos peligrosos durante traslados médicos.
La PNP pidió apoyo ciudadano. Cualquier información será clave para capturar al prófugo. También se recuerda que colaborar u ocultarlo constituye delito.
Este caso revive el debate sobre el resguardo de internos peligrosos y la urgente necesidad de reforzar los controles en traslados a centros de salud. Huánuco, una vez más, está en alerta.
