En San Juan de Lurigancho, las esposas de cuatro choferes heridos en los recientes ataques armados contra buses de la empresa Santa Catalina organizaron una pollada solidaria para cubrir los gastos médicos de sus parejas. La actividad se realizó el 7 de octubre en el paradero inicial de los buses, ubicado en la avenida Vía de Evitamiento, y contó con presencia policial.

Cada porción se vendió a 20 soles, con el objetivo de reunir fondos para pagar tratamientos y hospitalización. Las mujeres denunciaron la falta de apoyo del Gobierno frente a la ola de violencia y extorsión que afecta al sector transporte. “No hay respuesta de las autoridades. No podemos trabajar seguros”, expresó una de ellas a RPP.

Ese mismo día, los choferes de Santa Catalina mantuvieron su paro de labores, pese a que otros transportistas en Lima y Callao retomaron actividades. El gremio exige acciones urgentes contra la inseguridad ciudadana y rechaza el aplazamiento de la mesa de diálogo programada recién para el 14 de octubre.

El presidente de la Asociación Nacional de Conductores, Miguel Palomino, criticó la falta de decisión del Ejecutivo y pidió la renuncia del ministro del Interior por no ofrecer soluciones inmediatas.

La iniciativa de estas mujeres se ha convertido en un símbolo de fortaleza y solidaridad. Vecinos, pasajeros y otros conductores se unieron para colaborar, mientras la comunidad exige mayor protección y presencia estatal.

La historia de estas familias refleja la crisis de inseguridad que golpea Lima, donde el miedo y la falta de respuestas oficiales obligan a las víctimas a buscar ayuda por sus propios medios.