
Donald Trump generó polémica al asegurar que el consumo de paracetamol durante el embarazo podría aumentar el riesgo de autismo en los niños. La declaración, realizada en un acto político en Estados Unidos, no cuenta con respaldo científico y ha sido rechazada por especialistas internacionales.
El expresidente mencionó al Tylenol, nombre comercial del paracetamol, y sugirió a las mujeres gestantes limitar su uso, salvo en casos de necesidad médica extrema. Incluso señaló a la leucovorina, un derivado del folato, como una posible intervención para tratar síntomas neurológicos. Sin embargo, no presentó estudios que sustenten sus afirmaciones.
Expertos como Ángeles Schteinschnaider, jefa de Neuropediatría de Fleni, junto con sociedades médicas en Europa y Estados Unidos, reiteraron que no existe evidencia científica que relacione al paracetamol con el trastorno del espectro autista (TEA). La recomendación oficial continúa siendo utilizar la dosis mínima efectiva y siempre bajo supervisión médica, considerando al paracetamol como el analgésico de elección durante el embarazo.
Investigaciones recientes refuerzan esta posición. Un estudio sueco de 2024, con una muestra de 2,5 millones de niños, no halló relación entre el paracetamol y el autismo tras analizar factores genéticos y ambientales. Otros trabajos internacionales sostienen que las aparentes asociaciones podrían deberse a predisposición genética, enfermedades maternas o uso de otros fármacos durante la gestación.
El anuncio de Trump también se enmarca en un contexto político. Su secretario de Salud, Robert F. Kennedy Jr., ha señalado a las “toxinas ambientales” como responsables del aumento de casos de autismo, una postura que contrasta con el consenso científico global.
La comunidad médica alerta sobre el riesgo de difundir mensajes sin sustento, ya que generan alarma social y confusión en embarazadas que requieren orientación profesional. El autismo, destacan, es un fenómeno complejo y multifactorial que no puede reducirse a una sola causa.